Bajo esta consigna productores priorizaron la siembra temprana del maíz, para evitar la que la floración del cultivo fuera en el mes de enero, que se comporta como el más exigente en lo que a demanda hídrica se refiere, por tal motivo la implantación comenzó durante la segunda quincena de agosto, finalizando en la primera quincena de octubre.
Al momento de la siembra las mayores precipitaciones se registraron en el este provincial, brindando a este sector una excelente condición de humedad en la cama de siembra, pero limitando el progreso de las labores por la falta de piso para el tránsito de la maquinaria. Una situación opuesta se presentó en el oeste, donde las reservas escasas eran un freno para el avance en la siembra del maíz.
Si bien durante los primeros estadios fenológicos, el cereal contó con buenas condiciones para la germinación y desarrollo no presentando problemas sanitarios; a partir de la segunda quincena del mes de noviembre la falta de precipitaciones provocó el estado de sequía en los suelos de prácticamente todo el territorio provincial.
La misma golpeó fuertemente la producción maicera entrerriana; desde inicios de diciembre se fue evaluando la condición del cultivo, teniendo como fuente de información los reportes que brindan los Colaboradores del SIBER.
El análisis del Gráfico 2, claramente muestra la caída de la condición del cultivo, ya que al 2 de diciembre el 71 % del área implantada contaba con una condición entre "Buena y Muy Buena", mientras que el 29 % se ubicaba entre "Regular y Mala".
A partir de ese momento comenzó a sentirse los efectos de la falta de agua en el perfil, coincidiendo con el momento crítico para el maíz, llegando a fines de la primer quincena de enero con tan sólo el 14% en estado entre "Bueno y Muy Bueno", y el 86 % en condición "Regular a Mala".